Burundi se aproxima al abismo otra vez

Todo está dado en el pequeño país africano, una vez más, para el estallido de una guerra civil, como la que lo sacudió entre 1993 y 2005 y dejó trescientos mil muertos. Una guerra de fuertes ingredientes étnicos, al igual que sus vecinos del norte, Rwanda. La población de Burundi se divide entre hutus (85%) y tutsis (14%) y el 1% restante corresponde a la etnia Batwa, (pigmeos) que vive absolutamente segregada del resto del país.

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Burundi cuenta con una población de casi once millones de habitantes, una esperanza de vida que oscila entre los 47 y 53 años, una de las más bajas del mundo, y un ingreso anual per cápita promedio de 260 dólares. La corrupción es endémica. Según Transparencia Internacional, Burundi ocupa el lugar 159 en una lista de 175 naciones.

El nuevo conflicto estalló hace más de un mes, cuando el Tribunal Constitucional del país aprobó la candidatura del presidente Pierre Nkurunziza a pesar de las limitaciones constitucionales. El documento, en su Artículo 96, dice que “el presidente de la República es elegido por sufragio universal directo para un mandato de cinco años renovable una vez”. Lo que impide categóricamente a Nkurunziza la posibilidad de un nuevo mandato ya que cuenta con dos periodos presidenciales.

La nominación de Nkurunziza claramente demuele los acuerdos de paz de Arusha, que pusieron fin a la guerra civil 1993-2005.

El miércoles 13 de mayo se agudizó las crisis tras el anuncio radial del ex jefe de los servicios secretos, el general Godefroid Nyombare, que el presidente Nkurunziza había cesado en sus funciones y el gobierno había sido disuelto.

Nkurunziza se encontraba en la antigua capital de Tanzania, Dar es Salam, en el marco de la reunión de la Comunidad de África Oriental (EAC) que analizaba justamente el conflicto constitucional en Burundi, y la intención del presidente de postularse a un tercer mandato en las elecciones de junio.

Las protestas y la subsiguiente represión desatada en Burundi por los anuncios de Nkurunziza, recuerdan peligrosamente los inicios de una de las mayores tragedias en la historia africana: el genocidio ruandés de 1994, que dejó en apenas cien días casi un millón de muertos, con la complacencia y complicidad del gobierno francés.

Tras su independencia de Bélgica en 1962, Burundi ya ha vivido dos grandes matanzas, la primera en 1972, cuándo 200 mil hutus fueron asesinados por el ejército tutsi, y en 1993 tras el asesinato del presidente Melchior Ndadaye y de otros funcionarios, en donde se precipitó una matanza que dejó cerca de 350 mil muertos, entre ambas etnias. Ndadaye (hutu) se mantuvo solo tres meses el poder antes de ser derrocado por militares tutsi.

En 1994 en Ruanda, tras el atentado del 6 de abril en que el avión que llevaba a los presidentes de ruandés, Juvénal Habyarimana y el de Burundi, Cyprien Ntaryamira fue abatido por un misil, los tutsi perpetraron la matanza más terrible del fines de siglo XX, como ya dijimos, casi un millón de muertos en poco más de tres meses.

Según estudiosos de la compleja relación entre tutsis y hutus, el conflicto étnico no es más que la excusa que enmascara disputas políticas entre jefes militares tanto en Burundi como en Ruanda, haciendo cargar el peso de sus luchas por el poder a la población más pobre.

La rivalidad entre la mayoría hutu y la minoría tutsi se inició en el siglo XVI, cuando los tutsis, pastores nómadas provenientes del Nilo, migraron a África Oriental y sometieron a la población de labradores bantú (hutus) originarios del Congo, que habían llegado a los valles de Ruanda y Burundi en el siglo VI. Aunque inicialmente convivían de forma pacífica, hacia el siglo XVI los príncipes tutsis empezaron campañas militares contra los hutus.

Se cree que en Burundi, producto de las guerras civiles de Ruanda y Uganda, se han acumulado enormes cantidades de armas, que permitirían una nueva guerra civil. En los campos de refugiados en la República Democrática de Congo, miles de huérfanos que dejó la guerra y desempleados esperan ser llamados al combate.

Tras casi 10 años de paz, Burundi se ve nuevamente a las puertas de un conflicto que puede acarrear miles de muertos y por las implicancias étnicas trasladase también a Ruanda.

En 2005 asumió la presidencia Pierre Nkurunziza, de la etnia hutu, la que han continuado hasta el día de ayer, ya que según algunas fuentes, ya habría intentado volver desde Tanzania, y sin poder aterrizar en Buyumbura, la capital del país, su avión debió regresar a Der es Salam.

La gobernante, hasta el miércoles, Alianza Democrática para el Cambio (ADC-Ikibiri) avisaba sobre los riesgos de que se desencadene un nuevo un genocidio en el país.

El presidente de esta coalición opositora, Léonce Ngendakumana, denunciaba a las juventudes del ADC-Ikibiri, conocidas como Imbonerakure (los que ven lejos) y la radio Rema FM, un remedo de las milicias Interahamwe (los que matan juntos) y la Radio Mille Collines, que en Ruanda iniciaron la masacre del noventa y cuatro.

La oposición ha denunciado el entrenamiento paramilitar y la distribución de armas a las juventudes del partido de Pierre Nkurunziza.

Ya son más de cincuenta mil personas, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), que en las últimas dos semanas se han refugiados en países limítrofes como Ruanda, Tanzania y la República Democrática del Congo, en su mayoría tutsis, por temor a las amenazas de parte de los Imbonerakure, que prometían un baño de sangre si Nkurunziza no llegara a ser elegido en las presidenciales de junio.

Se sabe que los Imbonerakure están conformando en parte por antiguos integrantes de las ruandesas Interahamwe, integrados en las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR), milicia que opera en el este de la República Democrática del Congo y tienen mucho que ver con los robos y saqueos de coltan que sufren los mineros congoleños. En agosto 2004 el Frente de Liberación Nacional (FNL), en Gatumba, al oeste del país próximo a la frontera con el Congo democrático, asesinó a doscientos civiles congoleños.

¿Cuán cerca del borde se está?

Nadie puede precisar políticamente cuán cerca se está de la ruptura absoluta y el enfrentamiento armado. Desde 2005 el Ejército siempre se ha mantenido neutral y se ha colocado por encima de las cuestiones étnicas y en estas últimas semanas de protestas se ha convertido como en la última esperanza de los borundeses.

El presidente Pierre Nkurunziza había destituido al general Nyombare, en febrero, por haber opinado en contra de su postulación al tercer mandato.

El Gobierno, en un comunicado ha calificado de fallida la intentona y ha asegurado que la situación está controlada. Sin embargo, otras fuentes gubernamentales aseguran que se han iniciado conversaciones entre fuerzas leales a Nkurunziza y golpistas para evitar enfrentamientos entre la población civil, que serían muy difíciles de contralar, debido a la fomentada diferencia racial.

El nuevo hombre fuerte de Burundi, el general Nyombare, ordenó el cierre del aeropuerto de la capital y de las fronteras terrestres.

Solo en la primera semana de disturbios se produjeron veinte muertos y sesenta heridos.

Mientras, en las últimas horas se producen intensos combates entre las tropas leales al todavía mandatario y los militares golpistas. En la madrugada del miércoles al jueves, se han escuchado diversas explosiones en la capital, Bujumbura. El principal lugar del enfrentamiento serían los accesos a la televisión y la radio nacionales. De igual modo, crecen los informes de asesinatos cometidos en la noche por los Imbonerakure.

Algunas fuentes mencionan que miembros de las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Rwanda (FDLR) de la etnia hutu, han cruzado a Burundi desde la República Democrática del Congo, donde se encuentran refugiados, en apoyo a los leales a Nkurunziza. El FDLR esta conformado por ex miembros de Interahamwe, quienes fueron utilizados para producir el genocidio de Rwanda de 1994 y se refugian ahora en el este del Congo) involucrarse directamente en los disturbios.

Las próximas horas serán cruciales respecto al destino de ese pequeño país africano, sin duda el Departamento de Estado norteamericano tendrá mucho que decir al respecto, mientras tanto miles de almas esperan el veredicto.

Autor: Guadi Calvo
Fuente: http://bit.ly/1HUC9XR