Carisma y patología del poder

En el Siglo XXI, entre los 193 estados de la ONU pueden encontrarse unos 30 gobiernos dirigidos por autócratas con ese carisma para el mal.

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En el Siglo XXI, entre los 193 estados de la ONU pueden encontrarse unos 30 gobiernos dirigidos por autócratas con ese carisma para el mal, donde sus características son la irracionalidad, la embriaguez de poder, el manejo de las emociones, con aparatos militares y paramilitares. Estudiosos de la psicología y la comunicación política coinciden en vincular este tipo de poder omnímodo con trastornos de la personalidad y con la locura. Recientemente Pascal de Sutter «Los locos que nos gobiernan» subraya en estos tiranos la ruptura de la personalidad con la realidad. Según él, en estos dictadores se encuentran evidencias de esquizofrenia, paranoia y narcisismo, absolutizado por la polarización entre el bien y el mal, interpretando con el pensamiento mágico y religioso. Dejan el axioma de que la política es el arte de lo posible y se pierden en la locura de lo irrealizable. En todos ellos está el brillo del poder, la sensación de eternidad, el pretendido enamoramiento de su pueblo. La filósofa y psicóloga Ostfeld añade que estos líderes mesiánicos hacen surgir del inconsciente cultural los mitos autóctonos, por ejemplo la emergencia del caballero teutónico encarnado en Hitler, quien como un dios Wotan promulga la redención de la raza aria. La socióloga Eileen Barker escribe «casi por definición los líderes carismáticos son impredecibles y emocionalmente inestables pues no están atados a ninguna tradición, ni tampoco a reglas, sus emociones son de una fluidez proteica, en cuestiones de minutos pasan de un discurso bélico a un llamado de amor y paz, de la súplica a la amenaza, del llanto a la furia». Su carisma emerge de su poder extrañamente hipnótico con el arquetipo del héroe, cuyo rostro sombrío es el embaucador, tirano y tramposo, excelente oratoria y gran capacidad de contacto con el inconsciente colectivo.

Sucumbir

Recientemente sobre este tema, entrevistamos en nuestro programa Brújula Internacional a la psiquiatra Isabel Fonseca quien afirmaba «no hay posibilidad de poder sin un grupo adherido a él». Recomendaba leer el libro de Elías Canetti «Masa y Poder», con el inmenso contenido emocional de los grupos humanos que estos líderes saben manejar. Por eso Hitler en su manual «Mi Lucha» señala que el individuo en un meeting, se encuentra rodeado por semejantes con los mismos ideales, pierde su individualidad y sucumbe a la influencia mágica e hipnótica del líder.

La historia reciente nos ha ilustrado que el poder ejercido por un solo hombre, por una sola idea, por un solo partido, por una sola manera de ver el mundo, con un ritual y un discurso político puede ser desastroso. Ya no son las monarquías absolutas con la fundamentación teológica, sino son las dictaduras republicanas con el denominado cesarismo democrático. No importa que el poder se obtenga por vía electoral o por golpe de Estado, todo es válido para ganar la confianza de la población y todo es útil para conservar el poder. Tiranías y dictaduras comportan al líder mesiánico y carismático que inspira aceptación y sumisión con personalidades arquetipales que interpretan las exigencias de un tiempo y subjetivan la objetividad de una situación.

Las pasiones

Un político mesiánico, como lo señala Trudy Ostfeld de Bendayan en su trabajo «Los líderes carismáticos y fundamentalistas» es capaz de hacer surgir pasiones a sus seguidores y puede canalizar las mismas para fines benéficos o destructivos. Locos en el poder, personalidades patológicas que cambiaron la historia hacia la destrucción como Hitler, Mussolini, Stalin en la Segunda Guerra Mundial. Hoy podemos señalar a Muamar el Gadafi, quien gobernó despóticamente a Libia por 42 años, aprovechando la riqueza del petróleo, como también lo hizo Saddam Hussein durante 25 años, el gobierno de Pol Pot con su política nacional de genocidio apoyado por China y por Corea del Norte, Nicolae Ceaucescu durante 24 años arruinando a Rumania, Mobutu Sese Seko militar y dictador de la República de Zaire quien apoyó el genocidio en Ruanda en 1994, la familia Duvalier en Haití, Slobodan Miloaevic exjefe del Estado de Serbia y quien afortunadamente fue llevado a un Tribunal Penal Internacional, Idi Amin quier devastó a Uganda con su persecución étnica, Robert Mugabe quien es el dictador más antiguo en África y gobierna el país más empobrecido del mundo, Omar Al Bashir actual presidente de Sudán a quién se le acusa del asesinato de 400 mil personas y casi 3 millones de desplazados en Darfur, la familia de los King, en Corea del Norte, con un país en la miseria pero con armas nucleares.

Como en Macbeth rey de Escocia, la traición y la ambición desmedida los orienta hacia el mal. Esa Hybris como don de los dioses a los mortales termina casi siempre con castigo (Némesis). Shakespeare nos recomienda en el Hamlet que la locura de los poderosos no puede quedar sin vigilancia.

Autor: Julio Cèsar Pineda

Fuente: http://bit.ly/1u6SHDC