El poder de la imagen en la política

Análisis sobre el poder de la imagen en la política y su influencia en el votante promedio.

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En las elecciones norteamericanas de 1960, Fitgerald Kennedy por los demócratas y Richard Nixon por el Partido Republicano, se enfrentaban entre sí, por primera vez, a millones de espectadores. Los jóvenes candidatos a la presidencia de la Casa Blanca pactaron tres debates televisivos cuya expectación fue total. El primer debate, celebrado el 26 de septiembre atrajo a una audiencia hasta entonces nunca vista, el 60% de los ciudadanos eligieron ver el debate.

Nixon, recién salido de una enfermedad, apareció con un traje gris y algo pálido, negándose por completo a maquillarse. Kennedy, aceptando las reglas de un medio que empezaba a reinar la comunicación de masas, apareció maquillado y con porte de triunfador. Contestaba a las preguntas mirando directamente a cámara, manteniendo una conversación directa con aquellos que, en definitiva, son los que dan el voto. Nixon, acostumbrado a la vieja escuela, seguía respondiendo al periodista.

Al terminar el debate, aquellos que lo habían escuchado por la radio nombraron vencedor a Nixon, mientras que los que siguieron la retransmisión televisiva alabaron a Kennedy. El 8 de noviembre, en una de las elecciones presidenciales más reñidas de la historia, Kennedy vencía a Nixon.

Fue, precisamente, ese debate entre los líderes norteamericanos, lo que marcó un antes y un después en la utilización de la imagen como herramienta de comunicación política.

Sin lugar a dudas, la imagen en política no es solo aquello que está relacionado con las campañas electorales y la adaptación de los candidatos a las nuevas formas de comunicación. Para determinar la edad de una persona, el sexo o la clase social a la que pertenece, no hace falta que pronuncie palabra alguna. Patrycia Centeno, en su libro Política y Moda, nos explica cómo la vestimenta de un político puede despertar determinadas reacciones.

Algo primordial es que esa imagen, en este caso, del político, sea coherente con su discurso y, por consiguiente, con la ideología que le categoriza como tal. Por poner un ejemplo, si Mahatma Gandhi, hubiese apoyado su discurso y lucha por la paz, con un traje diplomático y un collar de oro, el púbico no hubiese captado del mismo modo su mensaje.

En España, no han sido pocos los políticos que han pasado por alto la importancia de esta herramienta en la comunicación política, sosteniendo entre pinzas su mensaje y dejando por tierra el discurso. A pesar que, para la mayoría de los ciudadanos pueden pasar desapercibidos, ya se encargan los medios de comunicación de sacar a la luz las incongruencias, algo que les puede perjudicar mucho de cara al electorado.

Por ejemplo, en el año 2009, las filas conservadoras se sobresaltaron cuando Soraya Sáenz de Santamaría posó para el Magazine de El Mundo, con un vestido de gasa negro, enseñando sus piernas y escote. Lo consideraban una incoherencia ideológica.

Ignacio Fernández Toxo, el líder sindical de Comisiones Obreras, acudió a varias manifestaciones con una bufanda de la marca británica Burberry. En otra ocasión, la secretaria general del conservador Partido Popular, María Dolores de Cospedal, eligió adornar su cuello con un pañuelo palestino en tonos violetas. En sus filas no sentó nada bien.

Nada desapercibido fue el posado de las ocho ministras del gobierno de Zapatero en 2004. Entre pieles y diseños firmados por importantes modistas, las socialistas reían mientras bromeaban con lo duro que resultaba ser modelo por un día. El posado resultó no ser tan gracioso para todos, no solo el PP se mostró molesto con la instantánea, sino que las protectoras de animales criticaron duramente la exposición de pieles en las

Las ostentaciones también tienen su sitio en la indumentaria política y es que a muchos se les olvida que son representantes de los ciudadanos, pobres y ricos.

María Teresa Fernández de la Vega pasó a la historia no sólo por ser la primera mujer vicepresidenta de España sino por el conjunto de colores y firmas que solía lucir. Sus trajes de pantalón y chaquetas con hombreras desviaban la atención de las audiencias. Además, el uso de colores tan dispares, evidenciaba que cada día cambiaba de traje, algo que a los votantes del partido no parecía gustarle.

Si analizamos a los líderes más influyentes de la historia podemos concluir que, para todos ellos, la imagen ha sido una herramienta indispensable para llegar al poder. Por ejemplo, al expresidente, José María Aznar, se le consideraba seco y conservador. No solo sus medidas durante su etapa al frente del país apoyaban esa descripción, su bigote y peinado también pasarán a la historia. Pero en cuanto el líder popular abandonó Moncloa no dudó en dejarse melena ¿su papel de presidente había acabado?

En época de campaña electoral los expertos en comunicación política cuidan a la perfección todos los detalles. Entienden que en el juego entran elementos superficiales que pueden ser muy determinantes. La apariencia es la gran dueña del panorama político actual, todos la utilizan y no puede, de ninguna manera, dejarse a la improvisación. Todos están sometidos a la dictadura de la imagen gubernamental.

Autor: Virginia Pérez Lorenzo
Fuente: http://bit.ly/1IJsdU2