El Progreso de Tabaré

Revisión del mandato del actual Presidente del Uruguay, Tabaré Vázquez, y su historia con el fútbol.

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“Cuando dicen que a mí no se me vota y que no es por problemas políticos, entonces yo reflexiono… Si no es por problemas políticos será por problemas morales. Y desafío a quien no me vota por razones que no son políticas a que públicamente diga que hay problemas morales o éticos. De repente hay quien diga que yo robé a alguien. O que estafé o especulé […] De repente alguien no me vota porque no le conviene, porque quizás conmigo se hubieran terminado algunas cosas. Entonces creo que he sido proscrito para el cargo de presidente de la AUF por razones políticas”

Estas palabras –reflejadas en el libro Goles y votos, del periodista Luis Prats– pertenecen a Tabaré Vázquez, el nuevo presidente de la República Oriental del Uruguay. Las pronunció en 1987, cuando una operación del entonces presidente uruguayo Julio María Sanguinetti lo privó de ser elegido mandamás de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF).

Tabaré se había ganado aquella chance gracias a la enorme labor que había cumplido al frente del Club Atlético Progreso. Aunque oncólogo y catedrático de profesión, pasó entre 1978 y 1989 gran parte de su tiempo en el modesto club de La Teja, un barrio industrial de Montevideo. La entidad había sido fundada en 1917 por su abuelo Don José y otros entusiastas trabajadores, en su mayoría picapedreros, pero 61 años después militaba en la Segunda División Amateur. 1978 fue el año bisagra, y en apenas dos años el club llegó a la máxima categoría del fútbol charrúa.

Deportivamente, los resultados fueron excelentes. En 1985 Progreso ganó el Torneo Competencia –una especie de Copa Argentina que hoy ya no existe– y en 1987 jugó por primera vez la Copa Libertadores. La gran hazaña se dio en 1989, cuando El Gaucho del Pantanoso (NdeR: hermoso apodo) salió campeón de la primera división. Para tomar real dimensión de semejante gesta basta con decir que desde que el fútbol se profesionalizó en 1932 había habido solamente cuatro campeonatos que no fueron a parar a las vitrinas de los gigantes Nacional y Peñarol. El título fue el broche de oro para Tabaré, que abandonó la dirigencia del club ese mismo año para competir en las elecciones municipales de Montevideo. En 1990 se convirtió en el primer Intendente frenteamplista de la historia uruguaya.

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Fachada actual de la Sede Social del Club Atlético Progreso (municipioa.montevideo.gub.uy)

Pero el mayor legado que dejó Vázquez en La Teja se dio en el plano social. Desde un principio trató de darle una dimensión social al club e integrarlo al barrio, y en los casi 12 años de gobierno creó una guardería, un lugar para los ancianos, un comedor comunitario para chicos, construyó un estadio y una sede nueva en terrenos que donó su familia. Además, se ocupó de que todo el que quisiera acceder al club pudiera hacerlo, asociando también a quienes no podían pagar la cuota. Gran parte de su mandato se dio durante la dictadura militar, y Progreso se constituyó en un espacio de resistencia a la misma. La verdadera Década Ganada.

La popularidad cosechada en aquellos años lo transformó en una de las principales figuras políticas del país. Tabaré le sacó tanto provecho a Progreso como el club le sacó a su proactividad y a su filantropía. Desde que se afilió al Partido Socialista en 1983 empezó a capitalizar políticamente su fama de buen dirigente. La irrupción del Frente Amplio en la política nacional tuvo su correlato en el plano del fútbol oriental.

El mundo de la pelota también era propiedad de blancos y colorados. En efecto, se ha asociado históricamente a los colorados con Peñarol y a los blancos con Nacional. Aunque en el caso de Nacional esa conexión es algo más difusa –más allá del nombre compartido–, lo cierto es que todos los presidentes peñarolenses han sido del mismo espacio político. Las dificultades que Julio Sanguinetti le planteó a Tabaré Vázquez cuando éste se candidateó a la presidencia de la AUF expusieron crudamente la nula voluntad de los partidos tradicionales de aceptar que se rompa el binomio en el fútbol.

Aunque Sanguinetti lo negó en reiteradas oportunidades, es un secreto a voces que pidió al presidente de Peñarol José Pedro Damiani, por entonces también presidente del Banco Central del Uruguay, que no votara a Vázquez para el cargo de presidente de la Asociación en 1987. Sin el apoyo manya, a Tabaré se le hizo imposible llegar a ocupar el sillón de la calle Guayabo.

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Un Tabaré futbolero (http://www.republica.com.uy/)

En total, fueron tres los intentos que hizo Vázquez para asumir el liderazgo del fútbol charrúa. Nunca pudo, por la razón que fuera, convencer a los clubes más importantes para que lo apoyaran. En cambio, sí lo logró atraer al pueblo uruguayo, que volvió a elegirlo como presidente de la Nación con el 53,6% de los votos. 12 puntos por debajo quedó la esperanza opositora, Luis Lacalle Pou, que como buen militante blanco es fanático de Nacional, pero que en campaña aceptó públicamente que uno de sus hijos esmanya. Imperdonable.

Autor: www.cuestiondeestadio.com

Fuente: http://bit.ly/1EHj0tb