El costo de la confianza
Los problemas para un gobierno cuando alcanza una crisis de confianza son muy severos, porque los impactos que pueden tener sobre su capacidad de gobernar tienen consecuencias estructurales potenciales, o sea que impactan a los factores que sustentan al sistema.
La confianza en el gobierno implica que puede negociar con elevados niveles de maniobra, tanto con sus aliados como con sus opositores. Cuándo un gobierno goza de confianza sus niveles de confiabilidad y credibilidad son elevados, los acuerdos que toma en la mesa de negociación tienen un fuerte potencial de ser implantados y las resistencias ante sus actos, se pueden minimizar y por supuesto, controlar. El otro escenario es justamente el contrario: en un caso extremo, que se presenta mucho en los sistemas parlamentarios, la pérdida de confianza implica incapacidad para cumplir con los acuerdos tomados, por eso, el voto que tira al gobierno se llama un voto de confianza.
La confianza es central porque la acción de gobernar implica negociaciones permanentes ante los múltiples niveles de decisión y acción, al grado que nunca se suspenden las negociaciones; se negocia una decisión, y a la hora de implantarla se inician nuevas negociaciones en diversos niveles.
La perdida de la confianza implica una serie de complicaciones para los gobiernos, porque la eficacia que se lograba para tomar una decisión se ve mermada por la duda, a veces razonable, de que el negociador podrá cumplir, y como la implantación se compone de varias etapas, también se cuestiona esa eficacia, o la gobernanza. Un elemento central consiste en la duda sobre la permanencia del gobierno y otra más complicada, es sobre el tipo de modificación que habrá en la negociación, cuándo las concesiones que se le hagan a los aliados modifiquen los términos de negociación con los opositores, o cuándo las concesiones a los opositores irriten a los miembros de la coalición, este tipo de criterio, por ejemplo, afecta de raíz las posibilidades de paz en el Medio Oriente.
Reconozcamos por lo menos dos niveles de afectación propiciados por la perdida de confianza: La perdida en donde ciertos factores sociales y políticos le restan su apoyo al gobierno dificultando la acción de gobernar; y la crisis de confianza, donde se generaliza la resistencia a colaborar con el gobierno, de no corregirse esta condición se puede avanzar hacia los problemas de legitimidad, que a su vez pueden llevar a la crisis de legitimidad, entonces la corrección es mucho más compleja, con costos sociales y políticos mucho más elevados. El otro nivel consiste en la modificación de la actitud de los actores políticos que ven la posibilidad de modificar sus cuotas de poder frente a la perdida de confianza y la necesidad del gobierno de no perder sus cuotas de poder.
Los problemas de la confianza impactan las relaciones del gobierno con la sociedad y con otros actores políticos, tanto los del partido del gobierno como con los opositores. Se incluye aquí a los socios del gobierno, porque cuando la perdida de confianza cambia las relaciones de dominio que establece el gobierno, con estas se transforman las expectativas sobre los términos en que se comparte el poder. El ejercicio del poder es dinámico e implica un acomodo constante en las posiciones de los factores de poder.
El gobierno nunca gobierna solo, el grupo que encabeza el gobierno necesita aliados para controlar las diversas instituciones y sostener posiciones que le permitan manejar su agenda de gobierno, entre la que se encuentra la continuidad, del grupo dominante y de sus aliados. Esta dinámica establece un toma y daca constante y sistemático, en el cual hay que hacer concesiones e intercambiar cuotas de poder. En un régimen democrático esto es un poco más estable y se modifica básicamente durante las coyunturas electorales.
En momentos de crisis el acomodo de poder se tensa porque involucra renegociar tanto con aliados como con opositores. Las concesiones políticas que hay que pagar aumentan cuando se negocia desde posiciones de debilidad y dada su naturaleza, la crisis de confianza puede tener una carga mayor, en parte porque muchos actores políticos desarrollan una actitud de depredación cuándo ven la debilidad del gobierno, casi equiparable a cuando las fieras huelen la sangre de sus víctimas.
Los gobiernos deben tener la habilidad y honestidad para reconocer que enfrentan una crisis de confianza. La arrogancia es muy mala consejera porque sesga las evaluaciones correctas; el menosprecio social y político es muy peligroso, bien dicen que no hay enemigo pequeño y una pequeña protesta, bien puede ser la chispa que desate un conflicto mayor, mientras que adecuar las acciones del gobierno para satisfacer aquello que desató la demanda, seguramente redundará en generar un mejor gobierno y una sociedad más satisfecha.
Autor: Samuel Schmidt
Fuente: http://bit.ly/1x9O54A