EEUU rechaza la casta
Análisis sobre la tendencia actual del votante estadounidense y su malestar con la clase política vigente.
Hay dos cosas letales para un candidato en las elecciones legislativas que Estados Unidos celebra el martes. Una, que afecta solo a los demócratas, haber salido en una foto con Obama. La otra, que atañe a demócratas y republicanos por igual, es tener un cargo electo en Washington.
En estos comicios, el votante apuesta por la virginidad política del candidato. Cuánto menos tenga que ver con la política, y cuánto más lejos esté de los dos grandes partidos, mejor.
Es consecuencia del voto de protesta. Contra el ‘establishment’. O, si queremos usar una expresión española, contra la casta. En estas elecciones, ‘zumbar’ al político con experiencia da votos. Así quedó claro el viernes, cuando el venerable senador y ex candidato presidencial Bob Dole se plantó, a sus 91 años, en Kansas para tratar de dar oxígeno electoral a su colega Pat Roberts, que lleva 17 años en el Senado y ahora está empatado con, precisamente, un independiente sin ninguna experiencia política: Greg Orman. «El vagón de los payasos de Washington», fue el feroz calificativo que Orman dio a Dole y su entorno.
Un Senado sin afiliados
La consecuencia es que es probable que el Senado que se constituya el 3 de enero sea el que tenga más independientes desde que EEUU se constituyó en país independiente. En total podrían ser 3 los senadores que no están afiliados a ningún partido, si Greg Orman hace lo que parecía imposible: derrotar a un republicano en Kansas.
Tres, en un cuerpo legislativo de 100, no parece mucho. Pero las cosas cambian cuando se comprueba que es muy probable que ninguno de los dos grandes partidos–el Republicano y el Demócrata–alcance 50 escaños. O sea: los 2 ó 3 independientes pueden ser los que decidan quién va a tener la mayoría.
Aunque muchos análisis se han centrado en la repulsión que produce Obama a una parte considerable de los electores, la realidad es que son los políticos profesionales, o las caras viejas, los que despiertan sarpullidos en el votante. Y eso se aplica a los dos partidos. Scott Walker, el gobernador republicano de Wisconsin, era un ‘presidenciable’ para 2016, se juega el martes la reelección con un empate técnico en las encuestas.
El jefe de los republicanos en el Senado, Mitch McConnell, podría llevar a su partido a la victoria el martes y, a cambio, perder el escaño ante Alison Lundergan Grimes, que tiene la mitad de años que él, ha protagonizado una campaña repleta de pifias y tiene, como cargo de más relevancia en su currículum, el de presidenta del Colegio de Abogados del condado de Fayette.
Malestar con la clase política
El malestar de los estadounidenses con su clase política es palpable. «Se está produciendo un claro divorcio entre el electorado y la élite», explica el codirector del Máster en Democracia y Gobierno de la universidad de Georgetown, Eusebio Mujal-León, que cree que esa dinámica «hace difícil prever qué pasará en las elecciones de 2016». Una encuesta de la consultora PPP publicada en enero de 2013 mostraba que el Congreso tienen peor imagen que los piojos, las cucarachas, las colonoscopias, los atascos, Gengis Khan, y las coles de Bruselas.
Los dos grandes experimentos políticos de la última década–por la izquierda, Obama, y por la derecha, el Tea Party–se han saldado en decepción de los votantes. Obama es el principal lastre de los demócratas en estos comicios. Y hace un mes, uno de los líderes del Tea Party, el republicano Eric Cantor–‘número dos’ de la Cámara de Representantes– empezó a trabajar en Wall Steet después de ver cómo una de las carreras políticas más prometedoras de EEUU se acabará cuando fue derrotado en las primarias por un individuo que se había gastado el 5% de lo que él invirtió en la campaña.
Desafección con las instituciones
Pero la desafección no es solo con la clase política, sino con todas las instituciones. Y eso es algo importante en un país en el que, al contrario que en España, la Administración Pública se suponeblindada del proceso político.
Según el Centro de Estudios Pew, una organización sin ánimo de lucro que es la más respetada al ahora de analizar la opinión pública de EEUU, el Tribunal Supremo tiene la valoración más baja desde que empezó a hacer encuestas al respeto, en 2000. Los Centros para el Control de las Enfermedades (CDC, según sus siglas en inglés) han visto cómo la crisis del ébola hundía su apoyo entre el público del 75% hace un año -el más alto de todos los organismos públicos- al 37%.
El Departamento de Veteranos, una parte esencial del Estado de Bienestar y del ‘complejo militar-industrial’ de EEUU, ya que cuenta con una plantilla de mas de 300.000 personas y provee asistencia médica pública a 22 millones de excombatientes, tenía en 2013 buena imagen entre el 68% de los estadounidenses, según Pew. Una encuesta de la cadena de televisión CBS en octubre redujo esa proporción al 30%, después de una oleada de escándalos que provocó la dimisión de su máximo responsable, el ex comandante en jefe del Ejército de Tierra, Eric Sinsheki.
Así pues, éstas son las elecciones del «me opongo». Los estadounidenses no saben lo que quieren. Las encuestas son igualmente contradictorias en ese ámbito ya que normalmente señalan que quieren recortar el gasto a los demás, que su opinión del congresista que han votado es mucho mayor que la del conjunto del Congreso, o que temen al Estado Islámico pero no quieren que EEUU intervenga con tropas de tierra en Siria e Irak. Lo que les gusta es alguien como Orman, que diga que «quiero ir a Washington a solucionar problemas, no a formar parte de un partido [político]».
Autor: Pablo pardo
Fuente: http://www.elmundo.es/
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