La tragedia en la política
Por Facundo Kaminszczik
La tragedia en la vida como en la política resulta, la mayoría de las veces, inevitable. Pero a diferencia de la vida, en el pantanoso mundo de la política, todo se mide, se especula y se analiza. La pérdida, según el impacto social que esta signifique o la utilización estratégica que se le da al hecho, puede traducirse en ganancia y beneficios. Aquello que en primera instancia se piensa como irreversible y negativo puede reflejarse en un activo. La tragedia es un arma de doble filo que juega un rol fundamental en la influencia de la opinión pública. Vale recordar algunos casos interesantes.
Sófocles, Esquilo y Diógenes entre otros tragediógrafos griegos, fueron los pioneros que profundizaron en esta veta de gran impacto social. El surgimiento de héroes terrenales, traiciones, muertes y desamores, fueron temas que captaron el interés general desde los inicios de nuestros tiempos. En la actualidad muchas de estas historias tienen lugar, como punto comparativo, en el campo de la política.
“He engañado a la gente” confesaba el entonces presidente de Estados Unidos Bill Clinton allá por el año 1998. El affaire sexual con la empleada del Pentágono, Mónica Lewinsky, casi lleva al mandatario a someterse a juicio político haciendo peligrar su presidencia. El caso tuvo un fuerte impacto negativo en la imagen de Clinton, sin embargo, su esposa Hillary quedó en situación de víctima frente al sentir popular. En el tiempo, esto se tradujo en una escalada de puestos en la estructura jerárquica del Partido Demócrata, transformándose en una posible candidata a la presidencia en las próximas elecciones de 2016. El “Cavaliere” Silvio Berlusconi, Francois Hollande y Nicolas Sarkozy son otros personajes que han atravesado la aventura “trágica” de buscar el amor por fuera de su matrimonio oficial.
Otro caso emblemático e histórico en la política norteamericana fue el asesinato de John F. Kennedy en Dallas, en el año 1963. El entonces presidente circulaba junto a su esposa y el gobernador de Texas, John Connally, en la limusina oficial, cuando la recorrida protocolar culminó estrepitosamente ante un disparo que impactó de lleno en la cabeza del mandatario. El magnicidio, habitual en la cronología política de la potencia americana, catapultó a Lyndon B. Johnson, vicepresidente de Kennedy, a asumir el primer cargo y a reafirmarse como presidente al ganar las elecciones de 1964 por el 61% de los votos, frente al 38,5% de su rival del partido republicano, Barry Goldwater. Entre algunos magnicidios famosos se pueden mencionar los casos de Mahatma Gandhi, Rafiq Hariri y Aldo Moro.
Los protagonistas de estos hechos no fueron siempre figuras masculinas. Benazir Bhutto quien supo ser Primer Ministra de Pakistan, sufrió un atentado en diciembre de 2007 en su rol de líder opositora por el Partido del Pueblo Pakistaní (PPP), a dos semanas de llevarse a cabo los comicios. El hecho desafortunado catapultó a uno de sus hijos a ser el líder de la facción del PPP.
En referencia a acontecimientos más cercanos a nuestro territorio y sin ir tan lejos en el tiempo, la inesperada muerte de Néstor Kirchner en octubre de 2010 causó una fuerte conmoción en toda la sociedad argentina. Dueño de un carisma particular, en un contexto de división interna, su ida sensibilizó incluso a acérrimos opositores. La icónica Plaza de Mayo se colmó espontáneamente de ciudadanos que se acercaron a despedirlo y a darle el saludo final. Los fríos números del momento indicaron que la imagen positiva del gobierno, liderado por Cristina Fernández de Kirchner que rondaba en el 30,3% se elevó, luego de la muerte del ex mandatario, hasta un 49%.
Meses más tarde, durante las elecciones de 2011, Cristina logró una contundente victoria arrasando en primera vuelta con el 54% de los votos.
Algo parecido sucedió en marzo de 2013. Ante una Venezuela con profundas divisiones internas entre la ciudadanía, Hugo Chávez, causante de amores y odios, fallecía tras una intensa lucha contra el cáncer. Figura fundamental en el trazado de políticas de la patria grande, de personalidad fuerte y un carisma inigualable, el comandante opacaba a cualquier representante de su partido que tuviera aspiraciones de poder. En ese contexto emerge Nicolás Maduro asumiendo una presidencia interina, que luego terminó revalidando un mes después al ganar las elecciones con el 50,66% frente al 49,07% que obtuvo el opositor Henrique Capriles.
En el ámbito nacional también se puede destacar el accidente que sufrió José Luís Gioja, el Gobernador de la provincia de San Juan, quien previo a las elecciones legislativas, en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, perdió con el 37,21% ante la alianza Compromiso Federal que sacó el 42,54%. Estos números se revirtieron contundentemente luego de la caída del helicóptero en el cual se transportaba junto a algunos candidatos de primera línea en las listas, que lo dejó al borde de la muerte.
En el siguiente gráfico se puede observar la diferencia de resultados entre las PASO y las últimas elecciones ocurridas el 27 de octubre pasado:
Claramente este hecho desafortunado hizo que el Frente Para la Victoria sume más de 77 mil votos y que la alianza Compromiso Federal reste más de 70 mil. Una muestra más que considerable del impacto social que tiene la tragedia en la coyuntura política.
También es interesante recordar lo ocurrido con Carlos Menem junior, hijo del ex presidente, quien sufrió una muerte teñida de sospechas al caer el helicóptero que piloteaba, a sus 26 años de edad en 1995. El incidente sucedió a pocos meses de la fecha de los comicios. Frente a tan terrible acontecimiento hubo un marco de incertidumbre respecto de la postulación a la reelección por parte del mandatario, quien finalmente ganó la contienda junto a su compañero de fórmula Carlos Ruckauf por el 49,94% de los votos contra el 29,30% de la dupla del FREPASO José Octavio Bordón – Carlos “Chacho” Álvarez.
En el entorno del poder al igual que en la estremecedora tragedia griega llamada Antígona de Sófocles, las leyes humanas no pueden superar a las leyes divinas. Hay un destino que muchas veces resulta imprevisto e inesperado, con consecuencias más sorpresivas aún. En la política como en la vida lo que es pérdida para algunos, se transforma en beneficios para otros.