Un Leviathan poscomunista
La película rusa que compitió en los Oscar enlaza de manera magistral y en un drama de pequeño pueblo al Leviatán bíblico con el Estado temible imaginado por Hobbes, regados por enormes cantidades de vodka, ironías sobre el “socialismo” perdido y desazón ante la impotencia del individuo frente a la maquinaria corrupta del poder.
«La gente confía en las marcas hoy en día. Los funcionarios esperan mucho de ellas». La frase le corresponde a Vadim, el mafioso alcalde de Pribrezhny, un pueblo costero del norte de Rusia, sobre el mar de Barents. Se lo dice a sus matones mientras viaja en una 4×4 negra con vidrios polarizados. Vuelve de amenazar a Dmitri, un joven abogado que llega desde Moscú para defender su amigo Kolya.
Kolya, junto a su esposa Lilia y su hijo Roma, viven en una antigua propiedad de una zona pesquera de mala muerte, pero él no está dispuesto por nada del mundo a ceder la casa, que heredó de su padre, al Estado municipal. En realidad, a las garras del hampón que domina el lugar, el alcalde. El asunto llega a la Justicia y por este motivo Dmitri representa legalmente a su amigo.
Vadim no se quedará de brazos cruzados esperando que las leyes resuelvan el conflicto. Sin escrúpulos, en una noche pasado de copas, llega a la casa de Kolya junto a sus matones para pedirle de mal modo que abandonen la casa. De brutal manera, deja en claro quién manda y que el Leviatán del titulo es algo más que una metáfora. Él se manejará con esa modalidad: aprietes, amenazas… en fin, abuso de poder.
Dmitri seguirá actuando dentro de la precaria legalidad que “garantiza” el sistema y mostrando sus mejores cartas, lo que hace enfurecer aún más al jefe comunal, quien, para coronar su figura grotescamente soberbia, es amigo del sacerdote, de quien recibe consuelo y consejos espirituales. La religión oficial como sostén del poder –aun del poder mafioso–se retrata sin sutileza alguna.
El título que eligió el cineasta ruso Andréi Zviáguintsev para su film Leviathan está fuera de todo capricho: «Nadie hay tan osado que lo despierte… De su grandeza tienen temor los fuertes… No hay sobre la Tierra quien se le parezca, animal hecho exento de temor. Menosprecia toda cosa alta; es rey sobre todos los soberbios», describe la Biblia en el libro de Job a un monstruo maléfico; a su vez, el filósofo inglés Thomas Hobbes publicó en 1651 un libro titulado «Leviathan, o La materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil» en donde se postula una justificación de un Estado absoluto ligado además un poder eclesiástico cristiano.
Por otro lado, el enfrentamiento de Kolya contra Leviathan, siguiendo la analogía, se enmarca en la Rusia contemporánea con un dejo de nostalgia –con o sin pena– de lo que alguna vez fue la Unión Soviética y el fin del «socialismo real». Sin embargo, el Estado está aparentemente más fuerte que nunca y la impunidad es un monstruo que no deja de crecer. Características que no son propias de aquel país…
Leviathan compitió como mejor película extranjera en los Oscar 2015, junto a Relatos Salvajes, resultando ganadora la polaca Ida. Estrenada en pocas salas de nuestro país, se puede ver online en la plataforma cultmoviez.net De duración de dos horas y veinte minutos, el film ruso es atrapante. Tanto por sus escenas de tensión de principio a fin, como por el clima que propone, la fotografía excelsa, un desarrollo dramático que respeta al espectador, que soslaya lo obvio para evitar la sobrecarga. Y aunque la resolución del conflicto se adelanta bastante al final, el cierre corona de manera exquisita pero oscura y descorazonadora la crítica social que plantea la obra.
Si nos ponemos a pensar en personas rusas, seguramente las imaginamos toscas, corpulentas, bebiendo vodka en cantidades industriales y algo agresivas. El film confirma el estereotipo. La historia suma un conflicto más, por debajo de la trama central: una cuestión interna en el núcleo familiar de Kolya que influirá determinadamente en el conflicto principal.
El tema se vuelve tan universal que más de un espectador sentirá que ha vivido algo similar o que al menos conoce situaciones semejantes a la del protagonista: funcionarios gubernamentales aplicando todos los recursos del Estado a su alcance para ejercer el poder a favor de sus intereses personales, mediando solamente los costos electorales, y la hipocresía frente a sus narices sobre todo cuando, en nombre de una religión, predican defender la verdad.
Pero además Leviathan deja en claro que las cosas no han cambiado demasiado –e incluso en algunos aspectos ha empeorado– desde que Rusia dejó el martillo y la hoz en la historia para entrar al mundo globalizado de corte occidental. Después de todo, la corrupción y la impunidad del Poder, la voracidad de los poderosos, la incomprensión de las personas y la complicidad de los poderes fácticos construyen un monstruo hambriento y sagaz, sobreviviente a todo sistema político. Cualquier camuflaje le viene bien.
Autor: Diego Damián Martínez
Fuente: http://bit.ly/1xeR3Xd